Algunos exfuncionarios de órganos de dirección de la profesión, la Junta Central Contadores y el Consejo Técnico de la Contaduría Pública, utilizaron sus posiciones para promover particulares intereses a través de la promoción de proyectos de ley que formalicen el caos normativo creado por la adopción ilegal de Estándares Internacionales de la Profesión Contable, proyectos que nunca alcanzaron consenso profesional, por eso constituyen una nostalgia, un sentimiento de dolor, afecto y placer basado en los recuerdos de un pasado que les proporcionó satisfacción.
El momento de la resurrección de los frutos de la nostalgia está muy bien escogido, el comienzo de un periodo de agitación electoral, de gran intensidad, en que los políticos buscan capitalizar respaldo de ciudadanos que puedan sentir que hay preocupaciones por apersonarse de sus problemas. Así es de claro el asunto, el proyecto del exdirector de la Junta Central de Contadores busca apalancamientos políticos en el Centro Democrático, es una tradición de larga data, tan larga que el proyecto se publica en papelería oficial de la Cámara de Representantes, no se sabe con autorización de que parlamentario o si existe tal autorización, muy grave si esta no existe. El segundo proyecto tuvo origen en el Consejo Técnico de la Contaduría Pública, desde luego no en cumplimiento de sus funciones, pero sí de su institucionalidad, busco respaldo en un cuestionable proceso de consulta gremial y se constituye en instrumento de campaña del Partido Liberal. Se podrá argumentar que sin apoyo político no hay posibilidades de trámite del proyecto y eso se acerca a la verdad, pero vale la pena indagar la conveniencia del pago de los favores mediante el sufragio. Cuidado con las ofertas electorales.
Lo anterior puede considerarse un problema menor, los problemas mayores están en el contenido de los proyectos que comparten un aire de familia, tienen como propósito destruir a la contaduría pública como profesión liberal, convertirla en dispositivo de operación de institucionalidad extranjera y privada, no otra cosa se hace cuando se impone un pensamiento único, que determina las formas de hacer y prohíbe las formas de pensar, se transita de profesión liberal a oficio servil, convierte la profesión en servidumbre del capital financiero. La reforma de la ley 43 de 1990 se requiere, pero no para profundizar la servidumbre, debe orientarse a dignificar a los profesionales y contemporizar sus prácticas sociales con las realidades surgidas del antropocentrismo, no para agilizar la destrucción sino para emancipar a la sociedad, para que el contador sea agente de superación de la crisis civilizatoria, sentipensante solidario de los problemas sociales, constructor de representaciones de hechos sociales que ilustren a la sociedad sobre su realidad y no un instrumento de las sombras sociales que se observan en las finanzas. La intención de los proyectos, a través de sus definiciones y marcos normativos intentan enajenar a los profesionales, someterlos al hacer, eliminarles el pensar y a eso eufemísticamente le llaman, modernizar la profesión.
El siguiente problema de los proyectos, muy ligado al anterior, consiste en la intención de eliminar valores sociales, liquidar los compromisos con el bien común para reemplazarlos por intereses del mercado, o lo que queda del mercado dado que este ha sido sustituido por el monomercio como dispositivo de la crematística. Por eso eliminan la práctica social de la fiscalización, de la revisoría fiscal, manteniendo el traje, nombre, y cambiando el cuerpo, aseguramiento. Esto no es un problema semántico, proponen que la fiscalización sea sustituida por una evaluación formal de construcción de realidades ideales a la medida del capital, con sacrificio de la sociedad.
Se incorporan maquillajes formales para la continuidad funcional de los llamados órganos de la profesión. La Junta Central de Contadores pierde su jurisdiccionalidad política y se ciñe a una jurisdiccionalidad financiera que actúa para garantizar la sumisión, el sujetamiento de los profesionales al pensamiento único enajenante, fortaleciendo los castigos por sus comportamientos éticos anómalos, entendiendo que lo anómalo, lo anormal es no sujetarse al interés financiero, además negando derechos sociales mediante la extensión de los términos judiciales. El Consejo Técnico de la Contaduría Pública tendrá más consejeros, pero su función de copistas se mantiene incólume; no es una entidad de pensamiento, es un instrumento de perlocución de lo ajeno.
Los proyectos de la nostalgia no se orientan a dignificar la profesión ni a los profesionales, es una profundización de la sumisión, creo que la acción debe ser diferente, los contadores deben actuar en sentido emancipatorio, no en el camino que recordó Estanislao Zuleta al expresar “Dostoievski entendió́, hace más de un siglo, que la dificultad de nuestra liberación procede de nuestro amor a las cadenas. Amamos las cadenas, los amos, las seguridades porque nos evitan la angustia de la razón.” Invito a un pensar diferente, los proyectos son dispositivos de vendedores de humo.
C.P. Rafael Franco Ruiz